A lo largo de su historia, la industria automotriz ha demostrado siempre una notable resiliencia.


Se ha recuperado de la crisis financiera y económica mundial más reciente y sigue haciendo una importante contribución al PIB, así como al comercio y el empleo en el mundo.


Con todo, es una industria que hoy se halla en un punto de inflexión y ante un futuro cada vez más incierto:


La desaceleración de la industria automotriz es más rápida de lo esperado. Según las Perspectivas de la Economía Mundial del Fondo Monetario Internacional, el sector del automóvil representó un 20 por ciento de la desaceleración del PIB registrada en 2018. Las tensiones existentes en el comercio mundial y la aparición de restricciones comerciales podrían lastrar aún más el crecimiento de esta industria en el futuro próximo.


Los rápidos avances tecnológicos que permiten mejorar el diseño y la producción, el uso creciente de sistemas de conducción digital, la evolución de las preferencias de los consumidores, la creciente preocupación por la sostenibilidad y el cambio climático, y las presiones y las medidas normativas son todos factores que siguen transformando las estructuras y los sistemas en los que se basa la industria automotriz. Un ejemplo de esta transformación es el rápido aumento a nivel mundial de la demanda y la oferta de vehículos eléctricos.


El consenso general es que esta dinámica disruptiva será en gran medida una constante de la industria en los próximos años y que la industria automotriz del futuro será muy distinta a la de hoy en día. Su futuro dependerá en gran medida de la capacidad y las competencias laborales que posean las mujeres y los hombres que trabajen en ella.

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