Los vemos en películas y series de ciencia ficción, pero no acabamos de observar cómo convierten nuestra realidad cotidiana en ese mundo utópico.


Si uno piensa en los avances en automoción desde que se inventó el coche y el avión. A principios del siglo XX, vemos que, en los aspectos más fundamentales, poco ha cambiado.


Los coches siguen siendo evoluciones del carruaje de caballos (4 ruedas, forma rectangular), y los aviones llevan más electrónica que nunca, pero siguen los mismos principios de vuelo y control que el Flyer de los Hermanos Wright.


Entonces, ¿dónde están los transportes futuristas? El colapso de las carreteras, los problemas de aparcamiento, o el mal olor de los neumáticos cuando se queman.

Los motivos son muchos, pero lo cierto es que todos queremos un coche volador porque eso querría decir que, de repente, vivimos en el futuro. Sin embargo, los problemas para conseguir uno son muchos, aun así la persona que más cerca está de conseguir poner en el mercado un coche volador es Paul Möller, un
ingeniero alemán que ha pasado más de 30 años diseñando un vehículo de cuatro plazas que, propulsado por 8 miniturbinas, y controlado por ordenador, nos permitiría separarnos del suelo verticalmente, y luego realizar una transición suave hasta alcanzar un vuelo de crucero de hasta 600 Km/hr.


Su modelo, el Möller Skycar M400, ha realizado vuelos estacionarios de prueba, pero cuenta con numerosos problemas a superar si quiere ver alguna vez la luz como vehículo de serie. Uno de ellos es el consumo; elevar una masa del suelo en vertical necesita un gran empuje por parte de las turbinas, que a su vez necesitan una gran cantidad de combustible, lo que me lleva a que no es un vehículo completamente seguro debido a las especificaciones ya mencionadas anteriormente.

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